Anochece.
Hay brisa.
Los perros ladran.

Pobres.
Los autos pasan. Hacen chirriar las ruedas.
¿Para qué?
Ups, 20:44
20:45
El tiempo no se detiene para nadie, decía la abuela Consuelo.
¿Quién se lo habrá dicho?
¿Lo habrá inventado ella?
¿Lo inventaron para que yo fuera más apegado al tiempo?
¿Quién inventó el reloj?
No, creo que John Harrison, no.
Antes había relojes de Sol.
Decían que de Luna no podían hacerse, porque la Luna ‘no aparece’ algunos días.
¿Cómo tomamos eso para hacer un reloj lunar?
Puede ser el momento sin tiempo.
Tal vez inventaron el reloj para que dependamos del tiempo.
Y habría que hacer uno lunar, nomás.
Por lo menos habría algunos días fuera del tiempo. Y habría horas bisiestas.
Sin embargo, las mujeres aún sabrían del tiempo lunar.
Y las organizaciones que regulan el tiempo, el peso, las medidas, lo considerarían un desaguisado, porque hay un reloj lunar para cada mujer. ¿Cómo se les ocurre?, musitarían.
Hasta que… no hay más reloj lunar. Para las mujeres. ¿Será la razón por la que la oficina del tiempo, los pesos y las medidas declinaron avanzar con el asunto de los relojes lunares?
La Luna sigue. Ahí. Inmutable.
Las guía, las cuida, pese a que ya no habrá reloj lunar para algunas mujeres.
A algunas les encanta que ese reloj se vaya al carajo. O más allá del carajo.
A otras no.
O parece que no.
A mi me gustaría un reloj lunar, sí.
Pero de Caronte.
Sería un reloj interesante. Y quiero ver a los responsables de la OTPM. La Oficina de Tiempo, Pesos y Medidas.
Porque Caronte, la luna de Plutón, se bambolea como loca.
Eso sí, siempre le da la misma cara a Plutón.
Como nuestra Luna.

. . .

Se apagó el fuego.
Y aquí estamos.
Divagando sobre la Luna, las lunas, y los relojes lunares.
Bueno, Caronte, o Charon, le debe su nombre a la mujer de James S. Christy.
¿Charon era el nombre de la mujer de Christy?
Caronte para nosotros.
Christy la descubrió en 1978.
A Caronte. La luna.
En realidad, el nombre tiene parcialmente que ver con la mujer de Christy.
Su nombre era Charlene. Y la conocían como “Char”.
Y sus colegas del observatorio astronómico en que Christy trabajaba, le propusieron Perséfone, para bautizar a la luna de Plutón recién descubierta.
Pero el descubridor porfió por por Charon. Char por Charlene… ¿Y on?

Lo que son las cosas.
Charon.
O Caronte, en español, es el barquero que lleva las almas al inframundo, según los griegos.
Al inframundo, o a los infiernos.
A algunos les cae mejor inframundo.
A otros, infiernos.
Se sienten confiados en eso.
En los infiernos.
Otros, prefieren inframundo.
Antes, y después del 2000, ha habido una inmensa serie de películas donde los del inframundo parecen seres excepcionales.
Y los humanos parecen preferirlos. Les caen románticos. Atractivos. Irresistibles.
Bueno, a algunos humanos. Tal vez unos cuantos.
O más que unos cuantos prefieren a los de los infiernos.

En fin. Caronte, Charon, el barquero del Aqueronte, vendrá por todos nosotros.
Una vez más.
Como ya lo ha hecho en el pasado.
Cristo descendió al inframundo, y emergió victorioso.
Algunos. Unos cuantos. Tal vez demasiados, lo olvidaron.
Tal vez porque estaban muy preocupados por sus relojes.
Tanto más que en sus teléfonos móviles.
Y por eso, tantos, no quieren que pase Caronte. O Charon. El barquero que nos lleva a los infiernos.
Tal vez por eso muchos no quieren ni saber de relojes lunares.
¿¡Para qué nos vamos a hacer problemas por la luna de Plutón!?
Encima, está en los confines del Sistema Solar.
Algunos discuten que sea un planeta. Otros aseguran que lo es. También Caronte. Sí, Caronte no sería luna, sino un planeta. Un planeta menor que Plutón, que es considerado un planeta enano.
¿A quién le importan los relojes que hay en Caronte y en Plutón?

21:08

Para completar, llamo por teléfono y el teléfono me informa que registro deuda.
Ya no se puede confiar en los smartphones.
Son peor que los relojes. Apegados a las reglas. Al tiempo, que vale oro, según dicen. ¡Y yo que me permití dilapidarlo como si fuera una fortuna, que no tengo ni deseo!
Y ni sé si, los smartphones, saben de nuestra Luna.
Y de Caronte.

. . .

Pese a lo señalado, a algunos cuantos se les debe comprar un reloj.
Para que lo utilicen.
Aunque como Albert Einstein, claro, dirán que el tiempo es relativo.
Si estamos con alguien que nos interesa, pasó volando.
El tiempo.
Y si tenemos la mano sobre una llama, decía aquél, el maldito no avanza más.
Como con tantos, que creen que el tiempo de uno no tiene valor.
O si pagaron por él, debe ser muy elástico.
Estirarse hasta que lo puedan acomodar a uno en su mesita de noche.
Como un adorno preciado en su mesita de luz.
Con sus relojes. Sus dentaduras postizas. Sus libros preferidos. Sus smartphones. Su vaso de agua. Sus controles remotos.

A todo esto, 21:14

Pensar que el tiempo pasa desapercibido para tanta gente.
Como el tiempo de uno.
Que más que desapercibido, no vale nada.
Para ellos.
Para los que como depositan una suma de dinero en la cuenta de banco, por tu tiempo, creen que son tus dueños.
Tienen un reloj de Saturno.
Que es lento. Muuuuy lento.
Pesado.
Algunos relojes son muy pesados.
Aunque no tengan la masa de Saturno.

Sí, hay a quienes nos les importa el tiempo.
Sobre todo el de uno. Ni el de ellos.
Nos dejan esperando.
Impuntuales.
Nuestro tiempo no vale nada.
El tiempo del que está con uno, y cree que no tenemos nada más que estar con él. O ella.
Es algo temporal.
Son un verdadero temporal.
Pero, siempre que llovió, paró.
Cuarenta días.
Cuarenta años. ¡Ah, Cronos!
Pará, ¿ese no era uno de los nombres que los griegos le dieron a Saturno?

21:22

Empecé con esto a las 20:42.
Más o menos.
¡Pasó volando!
Y no regresará jamás. Impreciso. Voluble. Relativo.


Crédito de la imagen: Rotada por el autor del cuento, y realizada por Heather Zabriskie