Siento que ya no puedo ayudarte. En realidad, que ya no puedo ayudar a nadie.

Sucedió esta tarde que luce muy diferente a las previas de este verano sofocante, realmente infernal.

¿Es raro que me sienta así?

Nadie puede brindar ayuda si no tiene algo que dar. Y la verdad, hoy creo que ya nada puedo hacer.

Bien, ni mal. Nada.

O bien y mal, juntos.

Hoy percibí que estaba desactivando alarmas. Lo he estado haciendo durante toda la vida. Es algo que nos es común a los humanos. ¿Nos es común?

Desactivamos todo tipo de alarmas. Incluso aquellas que ni recordamos haber puesto en marcha. Ya las habíamos olvidado. Nos es difuso el objeto que llevó a que reparáramos en eso.

Tal vez teníamos más tiempo. O un espíritu de “tengo toda la vida por delante”.

Y ahora es abrumador.

Hoy es abrumador.

Desactivar cada alarma. Como si la vida nos fuera en ello. En ocasiones, cuidadosamente, como si fuera un explosivo complejo. Otras, torpemente. Y reaparece aquel proverbio o refrán: si haces una cosa mal, deberás hacerla dos veces… al menos.

Hoy las alarmas están explotando. O al menos así parece.

La vida hoy se me asoma más que nunca un sueño. Tras la decisión, la nada. Esa oscuridad profunda, que en realidad es un brillo cegador que no podemos alcanzar.

Apareció ese pi-pi. pi-pi. pi-pi. Hasta que lo desactivo…

No termino de escribir una frase. Y allí está de nuevo. pi-pi. pi-pi. pi-pi.

Decidí que no puedo hacer nada.

Ahora.

Los dejo allí, con todas las alarmas.

Quédense con ellas. Quédense allí.

pi-pi. pi-pi. pi-pi.

pi-pi. pi-pi. pi-pi. pi-pi.

pi-pi. pi-pi. pi-pi. pi-pi. pi-pi.

pi-pi.pi-pi.pi-pi.pi-pi.pi-pi.

pi-pi.pi-pi.pi-pi.pi-pi.

pi-pi.pi-pi.pi-pi.

pi-pi.pi-pi.

pi-pi. pi-pi. pi… p …

Tras dos días, parecía que todo había quedado allí.

En realidad, fue una profunda inversión.

Las alarmas estaban allí. Más poderosas. Más arraigadas.

En una inversión tan sutil como poderosa, me fusioné con las alarmas. Fui uno con ellas. Las comprendí de cabo a rabo.

Perdieron toda su fuerza.

Se doblegaron.

Un paso en el camino.

Un paso, sí.


Crédito de la imagen: Veri Ivanova